Sorprendidos por el rey, a quien estaba destinada la mujer, los amantes fueron condenados al fuego.
Los ataron desnudos espalda contra espalda. Los verdugos amontonaban haces de leña verde a su alrededor cuando el caballero De Lauria reconoció a los jóvenes, hijos de nobles familias de Ischia y de Procida. Acercándose al poste de torturas, le preguntó al mancebo en qué podía ayudarlo.
-Si tenéis influencia ante el rey -dijo el muchacho- obtened para mí la gracia de que me den vuelta, para morir mirándome en sus ojos.
El caballero de Lauria se apresuró a decirle al rey Federico quienes eran esos dos bellos jóvenes que esperaban su ejecución. El rey comprendió su error y se avino a soltarlos.
De donde se deduce que la pasión sincera y las respuestas conmovedoras son imprescindibles para ser transformado en personaje y vivir eternamente. Pero para prolongar el modesto lapso de una vida humana, es mucho mejor tener parientes ricos.