Batir los brazos como el pájaro bate las alas, no es algo precisamente gracioso; mas, para un niño de año y medio escaso, ver a un hombre mover los brazos en esa forma sí tiene gracia, a juzgar por las expresiones de alegría.
¿Por qué tiene gracia?
No lo sé aún, por más vueltas que doy sobre las terrazas y sobre las colinas.
Álvaro Menén Desleal