Cuando se ha padecido terriblemente y un día se deja de padecer, la existencia se convierte en maravillosa. Envidio a esos supervivientes de campos de concentración nazis, que pudieron disfrutar el resto de su existencia oliendo a rosas y viendo amaneceres… ¿Exagero? ¿Demasiado lírico? ¿Es posible imaginarse a un ex-prisionero de un campo de concentración discutiendo años más tarde con su mujer porque la sopa no tenía sal o reprendiendo a un hijo porque no estudia lo suficiente, o a una hija porque llega tarde a casa? ¿Qué significado pueden tener esos hechos cotidianos ante dramas vividos anteriormente con total intensidad? De todos modos, me temo que algunos se hayan enfadado en un atasco de circulación o en un restaurante al descubrir un pelo en su plato.