Los romanos establecieron que el interés de cualquier crédito solicitado se debía abonar en las calendas, nombre que daban al primer día de cada mes. Dicha costumbre llevó a los prestamistas a apuntar en sus libros de cuentas, a fin de que los números cuadrasen, una especie de lista confeccionada con las fechas de pago, una lista de calendas, esto es, un calendario. Algo significará que esa lámina decorada que colgamos en la cocina (feliz 2004) y con la que medimos el paso del tiempo en un principio fuese un inventario de deudas.