Lo peor no son los pequeños, los que son casi invisibles, los que se arrastran en fila por el mango, anidan en la contera, desovan en el varillaje y terminan a veces por perforar el paraguas con sus minúsculas deyecciones ácidas, allí donde la tela se ha desgastado por el uso. Entre los parásitos de los paraguas, lo peor son los grandes, aquellos que los fuerzan a dejar sus hogares cálidos y secos, los abren brutalmente a la intemperie, los exponen sin piedad a las peores lluvias.