Fue un flechazo. Yo estaba distraída, pensando lánguidamente en algo superfluo, cuando su mano comenzó a recorrer mi espalda. Me estremecí. Nadie me había acariciado antes con tanta destreza. Luego me alzó con sus fornidos brazos para olfatearme delicadamente. Reconozco que su osadía me volvió loca.
Poco faltó para que copulásemos en público. Por fortuna, logramos contenernos hasta llegar a su casa. No hubo preámbulos. Nada más entrar, me condujo al lecho y empezó a devorarme. Fueron tres horas que jamás olvidaré. Una comunión insólita que trascendía lo meramente físico. Pero la dicha fue breve.
Tras la cópula febril, me llevó a la biblioteca y, sin apenas despedirse, me puso en uno de los anaqueles, donde llevo meses esperándole, quizá años.
No me resigno: sé que volverá conmigo. Aunque deploro que Lolita y Madame Bovary (esas dos casquivanas con quienes comparto anaquel), me miren siempre con tanta sorna.
3 comentarios en «1.117 – Flechazo»
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Genial!!!
Por suerte o desgracia así suele ocurrir en toda relación atropellada…
Nos llevas muy bien a un desenlace no esperado. La segunda lectura es obligada para disfrutar de como nos auto engañamos, nos predisponemos a entender lo que no se dice.
¡Qué buen cuento! ¡Felicitaciones! Pero.. ¿cómo se llama el libro?
Rubén Faustino Cabrera, autor de Nunca provoques a una bruja y de más de ochenta cuentos en
http://www.cuentosymas.com.ar