Y por la noche, o de madrugada, que nunca ha estado muy claro de qué forma llamar a esas horas intempestivas, ella se levanta, como impulsada por un resorte, y descalza, ya sea invierno o verano, y a tientas, va cerrando o abriendo ventanas, subiendo o bajando sábanas sobre cuerpos dormidos, y echando o quitando algún edredón. Y luego, después de beberse un vaso de agua fresquita, ya no puede volver a dormirse, vete tú a saber por qué, pero en vez de filosofar, escribir, leer lo atrasado, o ver la tele, le da por hacer la comida del día siguiente, mientras musita con desesperación, una y otra vez, cago en la mar, hay que ver qué bien se vivía de hija.