Durante mucho tiempo ignoré que los pechos de las mujeres estuvieran rematados por un pezón, y no fue un descubrimiento agradable, la verdad. Ahora, sin embargo, no sería capaz de imaginarlos de otro modo. Se acostumbra uno a todo. Cuando le conté a mi psicoanalista esta fantasía infantil sobre la ausencia de pezón me preguntó que de dónde creía entonces que salía la leche con la que las madres amamantaban a sus hijos.
-El pezón no lo explica todo -respondí yo-. El asunto de la leche es increíble con pezón o sin él. En cierto modo, me parecería más lógico que los niños se alimentaran por ósmosis.
-¿Por ósmosis?
-Si las plantas absorben los minerales del suelo por ósmosis, no veo por qué no podríamos nosotros tomar la leche de ese modo.
-¿Acaso preferiría haber sido usted un vegetal? -preguntó mi psicoanalista.
-No lo sé -respondí yo y cambié de tema.
Le conté que durante un tiempo pensé que los niños nacían de las mujeres y las niñas de los hombres. Siempre tuve una percepción muy simétrica de la realidad, de manera que el que todo el mundo, con independencia de su sexo, naciera de las hembras me parecía desproporcionado. Ahora, sin embargo, no soy capaz de imaginar a un hombre pariendo. Se acostumbra uno a todo, a todo. No hay más que ver los documentales de La 2.
-¿Le gustaría a usted haber parido a una niña? -preguntó.
-No lo sé -respondí, aunque me parecía un deseo incompatible con el de querer ser un vegetal-. Cambiemos de tema.
-¿Cree usted que está cambiando de tema en realidad?
-No lo sé -insistí-. Cambiemos de tema.
Mi psicoanalista se quedó callada y entonces recordé que un compañero de colegio me había contado que las mujeres nacían sin pezón y que les aparecía cuando tenían el primer hijo. En realidad era el bebé el que se lo fabricaba a base de chupar. A veces, chupábamos globos hinchados y veíamos cómo se formaba enseguida un pezón rudimentario, por lo que la explicación me pareció bastante verosímil.
Se lo conté a mi psicoanalista y dijo si me habría gustado a mí ser el mayor de los hermanos para hacerle los pezones a mi madre.
-No lo sé, creo que hubiera preferido la técnica vegetal, la ósmosis -insistí.
-Bueno, es la hora -dijo ella-. Mañana seguimos.
Me levanté y me fui. Las cosas eran como eran, desde luego, pero podían haber sido como las imaginaba yo. De hecho, había más lógica en mis propuestas que en las de la naturaleza. Al menos por lo que se refiere a los mamíferos. Los vegetales eran más sutiles, más limpios. Los vegetales están llenos de talento. Y es que como la ósmosis no hay nada, con perdón.