Es imprescindible que Y decida coger el automóvil para que su pelo se refleje en la ventanilla de Z, que viaja en autobús, ese día ha tomado el transporte público para desplazarse al trabajo. Un día después ocurrirá otro tanto. Porque mientras Z está encabronado en el atasco, Y pasa debajo de él, a gran velocidad, apretada entre los viajeros anónimos del metro.
En este tipo de conexiones o desconexiones están los dos cuando llega el verano. Z planifica sus vacaciones en avión, por lo que sobrevuela el barco de Y, que miles de metros más abajo navega hacia una isla.
La isla resulta ser la misma para Y y Z, por lo que no es del todo extraño que casi se estrellen. La lentitud del burro de Z contrasta con la apresurada bicicleta de Y, que esquiva a Z con unos reflejos formidables. Ha bajado la cuesta sin tocar los frenos.
Tiempo más tarde, otra vez con el mismo país por destino, resulta que Z ruge en motocicleta por la costa, y cuando desvía la vista hacia el mar está mirando sin verla a Y, convertida en un punto, que se mece en una barca pesquera.
Así pasan los años hasta que un día, cuando la ausencia de horarios tolera coquetear con la pereza, los dos salen de paseo, a dar una vuelta. Entonces sí: se ven, se hablan, se tocan, se besan, se aman.
Un comentario en «1.449 – Modos de transporte»
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Me ha gustado a pesar de lo enrevesado que es el puñetero tiempo en su velocidad y desfase.