1.520 – Cinceladas

Hugo Araiza Tras meses de entrenamiento, el aprendiz logró ver al ángel atrapado en el mármol. Tomó el cincel y martilló hasta tener su figura bien definida, a unos milímetros de tocar su carne. Pero la piedra se agrietó. El ángel extendió sus alas, se sacudió los guijarros y emprendió el vuelo sin más.
–No te preocupes –lo consoló el maestro escultor–, a todos se nos escapa el primero.

Hugo López Araiza Bravo

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