Alza la copa y observa el contenido, de un color amarillo intenso, brillante, con tonos dorados, parecido a la melena de Clara bajo el sol del mediodía. La agita ligeramente y comprueba que casi no se perciben las lágrimas en el cristal. Mejor así. Acerca la nariz y nota el aroma de frutas blancas, como la pera, el albaricoque o aquella piel saliendo de la ducha. También distingue unos toques florales, muy tenues, puede que rosa. Prueba un poco y lo paladea. Dulce, como sus besos; ácido, como su humor; fresco, como su sonrisa. Una vez engullido, descubre que el sabor es persistente, como el recuerdo de la última discusión, y con un punto agrio, igual que una despedida inesperada. Lanza la copa al suelo y se termina la botella de vino bebiendo a morro.
Víctor Lorenzo Cinca
http://revistamicrorrelatos.blogspot.com.es/2013/04/sommelier.html
http://www.realidadesparalelos.blogspot.com.es/
Pero qué bien escribe, Víctor. Ya tardabas en estar por aquí.
Un abrazo.
Una historia preciosa, qué bonita manera de combinar el paladeo del vino junto al recuerdo del amor, eso sí, al final estrellar la copa y beber a morro, la imagen que creas habla por sí sola y es que la vida es así, la bebes a sorbitos pero llega un momento en el que mejor apurarla rápido.
Saludos Víctor. Muy bueno.