El pequeño oxímoron entró en la adolescencia: decía una cosa y al instante se contradecía, su madre lo miraba preocupadísima, no fuera a terminar hecho una antítesis (estaba muy susceptible a los cambios desde que a la ironía le había dado por volverse sarcasmo). Hasta que un día al despertar, oxímoron se dio cuenta de que sus pies se salían de la cama. No podía creerlo: ¡se había convertido en una paradoja!